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José María Buceta, psicólogo deportivo

07/06/2022

¿Son malos madridistas?

¿Son malos madridistas? En la tertulia Al Límite de Radio Marca, se habló de que “la marca Real Madrid es ganar” por lo que, teniendo en cuenta que el Madrid ganó en la final de París, no procede acentuar la decepción que algunos sintieron por su forma de jugar. Si escuchamos a los rígidamente antimadridistas, si no es por esto, será por otra cosa, siempre pondrán pegas.

Por ello, conviene ignorar sus destructivos comentarios. Pero en esa crítica coinciden espectadores neutrales y, sobre todo, madridistas acérrimos que están muy felices con la decimocuarta Copa de Europa y lo han celebrado por todo lo alto, pero que a la vez lamentan que el Madrid no jugara de otra manera. ¿Son, por eso, malos madridistas?

Es evidente que en el deporte de élite el objetivo prioritario es ganar, y que para conseguirlo conviene adoptar la estrategia que en cada caso convenga más. Si el rival es superior y te toca agazaparte y defenderte con uñas y dientes hasta que puedas aprovechar alguna oportunidad aislada, pues en fin… ese es el guion y habrá que aceptarlo y ejecutarlo con la mayor eficiencia; y si sale bien, ¡genial! Pero para muchos madridistas, tan orgullosos y satisfechos por el histórico triunfo como los demás, es decepcionante y triste ver a su equipo en esa situación. 

¿Son, por eso, malos madridistas? Quizá era lo único que se podía hacer para ganar en París, pero hay que comprender y respetar ese sentimiento de muchos madridistas, porque no se trata de cualquier equipo, sino del Real Madrid, según muchos, el mejor equipo de la historia del fútbol y, por tanto, con un nivel de exigencia superior a los demás. 

Se puede aceptar que “la marca Real Madrid” es ganar, pero también lo es una forma de jugar que desde los años cincuenta del siglo pasado ha enganchado a cientos de millones de personas de todo el mundo. Hay que recordar que, todavía en ese siglo, el Madrid estuvo 32 años seguidos sin ganar la Copa de Europa y, sin embargo, fue nombrado mejor equipo del mundo de esa centuria, o que, ya en el siglo actual, estuvo unos ocho años (creo recordar) sin superar los octavos de final, pero a pesar de eso, siguió levantando pasiones y reclutando adeptos. 

¿Por qué? Por una forma de jugar caracterizada por la ambición de dominar a su rival, tomar la iniciativa, presionar, arriesgar, tener el balón para atacar, atacar y crear ocasiones de gol, cuantas más mejor, y no conformarse con una ventaja exigua, sino seguir insistiendo en golear hasta el pitido final. Dicen los que ignoran o minimizan esta realidad que lo que queda son los títulos y no la forma en que se ha jugado para conseguirlos. Si nos atenemos a las estadísticas, es cierto; pero más allá de las estadísticas está el inconsciente colectivo de los madridistas, donde está grabada la cultura de un estilo de juego electrizante que se transmite de generación en generación. 

Y eso es parte de la grandeza de este equipo, algo que no se debería infravalorar. El público que llena las gradas del Estadio Bernabeu quiere ver a su equipo ganar: eso es lo primero, no hace falta aclararlo más; pero la mayoría no se conforma con eso, quiere algo más: quiere vibrar con un juego ambicioso y dominador; quiere goles, y también la emoción de muchos “¡uy!”. Por eso se dice que es un público difícil, crítico, que no anima hasta que el equipo lo anima a él. Eso se suele interpretar como un punto débil, como si el público tuviera que animar incondicionalmente, aunque el equipo se atrinchere atrás y se conforme con un solo gol. Puede ser así en otros equipos de menor tradición de éxito que, hagan lo que hagan, necesitan el apoyo ilimitado de sus sufridores seguidores (y lo digo con todo mi respeto a todos los equipos y sus seguidores, ya que cada uno hace lo que puede y el esfuerzo de la mayoría es digno de admiración), pero los seguidores de un equipo grande no van al campo a sufrir, sino a disfrutar; si tienen que sufrir, sufren; pero no es esa su cultura. 

El público del Madrid es exigente con sus jugadores: no basta con ganar; y se entrega sin fisuras cuando entiende que el equipo lo merece por un juego ambicioso y vibrante que enciende sus emociones y consigue esa espectacular sinergia entre el césped y la grada. No antes. En las heroicas remontadas de esta temporada en la Champions es el equipo lanzado al ataque el que ha estimulado en el público esa impresionante emoción colectiva que, entonces sí, ha hecho temblar a sus adversarios. El espíritu crítico de muchísimos madridistas no es un punto débil, sino una fortaleza que refleja la actitud inconformista que caracteriza a un club grande. 

No son malos madridistas quienes a la vez que alegrarse como el que más por los fabulosos éxitos de su equipo, exigen que el Madrid no se conforme con ganar, que no pierda ese juego ambicioso, dominante, continuamente amenazante que es una parte importante de su marca ganadora.

José María Buceta, psicólogo deportivo

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